Boicot a las Elecciones del 20-D

Somos el cambio2

LA MISMA FARSA ELECTORAL

CON DOS NUEVOS ACTORES

BOICOT A LAS ELECCIONES DEL 20-D

Los obreros comprometidos con los intereses de su clase no deben
participar en las elecciones que propone la burguesía para renovar
su dictadura de clase. Su posición debe ser el boicot.

El 20 de Diciembre se celebran nuevas elecciones generales para elegir los parlamentarios que representarán los intereses del capital para aplicar la política general de la burguesía, tanto a nivel nacional como internacional. Se desarrollará apaciblemente dado el dominio ideológico y político que ejerce sobre la clase obrera, la cual contribuye inconscientemente a que el régimen político de la burguesía refuerce sus grilletes sobre los explotados.

Ello seguirá siendo así mientras que el proletariado siga creyendo que las leyes sociales son neutrales, que defienden la justicia social y el bien común por encima de las clases sociales, mientras respete el orden burgués y los intereses nacionales como si fueran de todos. Mientras siga creyendo en la respetabilidad burguesa que encubre la explotación a la que está sometida, campará por sus respetos la desigualdad, y la injusticia social será la norma a acatar.

Este dominio ideológico de la burguesía sobre el proletariado se asienta en la propiedad privada capitalista que establece las funciones y los roles de cada clase, pero se hace efectiva en la convicción de que siempre tienen que existir ricos y pobres como existen personas buenas y malas, fruto de la genética humana y no de la herencia social que determina a los individuos en función de las clases sociales. El parlamentarismo burgués actúa reforzando esta idea pues proyecta en la conciencia de los individuos que la norma que actúa en las relaciones sociales es LA DEMOCRACIA, el contrapeso que establece la sociedad contra los abusos dictatoriales de los que se toman la “justicia” por su mano. Por eso es tan importante que las vanguardias proletarias se nutran de una ideología propia, una ideología basada en el materialismo dialéctico que explique tanto la realidad como que aborde la transformación social a través de la lucha de clases sin concesiones a los pactos y etapas artificiales que recorer para la toma del poder político por el proletariado, única clase que puede realizar una revolución que transforme la sociedad hacia la eliminación de la propiedad privada individual y las clases sociales.

El sistema capitalista tiene sus propios mecanismos internos para, desde el punto de vista democrático, rejuvenecerse y regenerarse mediante la creación de nuevos partidos. Ello no ocurre de una manera apacible o natural, sino abruptamente dado que los partidos políticos existentes se resisten a cambiar ya que se pone en cuestión los privilegios que obtienen al gestionar el sistema capitalista. A simple vista se puede pensar que los partidos burgueses de nueva creación son obra de la voluntad de los dirigentes que los promueven, cuando en realidad no es más que la forma en que se manifiesta la necesidad del sistema por perpetuarse contra la opinión del electorado, harto de las promesas electorales que no se cumplen porque básicamente están hechas para ganarse la confianza de los trabajadores, como las abejas a un panal. El caso de Podemos es paradigmático en este sentido, pues aparece como una reacción espontánea de un sector de la población que se rebela contra las falsas ilusiones creadas por las maquinarias electorales y que lucha por restaurar la democracia “plena” que los partidos tradicionales han “secuestrado”.

Es evidente que el parlamentarismo burgués está sufriendo un fuerte desgaste de popularidad por el desprestigio de los partidos mayoritarios motivado por el cúmulo de casos de corrupción que han ido aflorando en medio de la crisis y en los que están involucrados directamente. Como reacción a este fenómeno, la burguesía ha comprendido que tiene que poner en marcha una urgente operación política de lavado de cara con la intención de renovar la imagen de los partidos llamados a gobernar el Estado y hacerlos más creíbles. Impulsando la formación de nuevos partidos, uno para el electorado de “izquierdas” y otro para el electorado de “derechas”, con el objeto de controlar sin sobresaltos las consecuencias de la pérdida de credibilidad en el sistema político parlamentario. Ante la deriva derechista de la socialdemocracia aparece Podemos, y debido a la derechización del liberalismo nace Ciudadanos, con el objeto de controlar el “equilibrio” entre derecha e izquierda tan al gusto de un sector amplio del electorado.

Esta operación está consiguiendo sus frutos, dado que se prevé que la participación electoral detenga su tendencia a la abstención, a la vez que está consiguiendo, por ahora, revertir el desprestigio de los mecanismos democráticos burgueses que se había dado por la conjunción del aumento de la corrupción y la desidia por no cambiar el estatus que gozan los partidos del bipartidismo en seguir manteniendo sus privilegios apegados a la función de gobernar. La burguesía alienta esos privilegios para que los partidos parlamentarios, sobre todo, los que gobiernan, se vean comprometidos defendiendo los planes generales de dicha clase.

Ello se asienta, y lo sabe bien la burguesía, que estos dos partidos van a apuntalar al bipartidismo indirectamente, pues van a apoyar, uno y otro, al polo ideológico al que pertenece para la gobernabilidad del país sin tener en cuenta los intereses contrapuestos de la clase obrera y la burguesía, pero a favor de ésta última. Esta operación política no tiene otro objetivo que encandilar a una parte del electorado, el que se caracterizada por votar discrecionalmente, de manera que elige un partido u otro no por motivos ideológicos o políticos sino por meras razones de imagen, en donde entra en juego plenamente el marketing publicitario, son los que las empresas consultoras etiquetan como indecisos.

Del conjunto de contradicciones en el momento actual, es la interimperialista la que domina, y en la que la clase obrera realiza el papel de peón de brega para las distintas fracciones burguesas imperialistas a través de las políticas que definen los Parlamentos nacionales. En Europa estos Parlamentos son los encargados de nacionalizar los intereses de la Unión Europea, que es donde se concentra el poder político del polo imperialista europeo en oposición al norteamericano, ruso o chino. Como decimos, la clase obrera juega un papel subalterno en la lucha de clases pues se ha ido imponiendo la contradicción interimperialista a costa de desplazar a un tercer lugar la contradicción burguesía/proletariado o, lo que es lo mismo, la contradicción socialismo/capitalismo, ocupando el segundo lugar la contradicción entre las distintas fracciones de la burguesías nacionales, la contradicción entre la burguesía imperialista (gran burguesía) y la burguesía no imperialista (pequeña y mediana burguesía), que se expresa como la contradicción internacionalismo burgués/nacionalismo. El caso de Cataluña es un ejemplo evidente de esta última contradicción dentro de un Estado imperialista que todavía no ha resuelto políticamente sus estructuras políticas para adecuarla a la actual situación del desarrollo capitalista: la federalización.

A la vez que el proyecto revolucionario de la clase obrera como opositor al proyecto capitalista ha ido perdiendo fuerza, también el revisionismo lo ha ido perdiendo como proyecto de la clase obrera frente al marxismo-leninismo por su derechización en favor de la socialdemocracia pura y dura, lo que desorienta todavía más los intentos revolucionarios para superar la crisis en que se debate el marxismo-leninismo como ideología del proletariado, tanto en el terreno ideológico (una prueba de ello sería nuestro propio desviacionismo cientificista sobre cómo se tiene que desarrollar la teoría m-l), como político (otra prueba de ello sería las veleidades tacticistas del Movimiento por la Reconstitución expresado en el referéndum por la autodeterminación de Cataluña, en donde se expresan cuales deben ser las condiciones actuales para establecer la vanguardia teórica la ligazón política de las masas).

Es evidente que el revisionismo no goza actualmente de la misma salud que décadas pasadas cuando la burguesía necesitaba de sus servicios para desviar la atención de la lucha de la clases hacia posiciones más conciliadoras. Su influencia entre la clase obrera ha descendido debido, en gran parte, a que esas luchas obreras han perdido fuerza, moviéndose al son que marca los intereses de las distintas fracciones burguesas. El revisionismo militante es escaso, brilla por su ausencia, lo mismo que la alternativa programática que presentan al electorado, que cada vez tiene más un cariz socialdemócrata que de clásico revisionismo pues a lo que se dedican es a reivindicar descaradamente el Estado del Bienestar y la defensa de la empresa pública, como si ello fuera la solución para conseguir ablandar el intratable capitalismo salvaje. Ya no se preocupan de justificar sus posiciones antiobreras como lo hacia el PCE en los primeros tiempo de la transición, pues de lo que se preocupan en la actual coyuntura es que los obreros crean que el capitalismo es una etapa perversa del desarrollo social que se puede desechar en lugar de -como proponía el PCE- transformarlo con buenas intenciones. pasando por el desván de la sicología social para que convenzan a los dirigentes de la sociedad que es mejor que se comporten como buenos ciudadanos permitiendo que mejore la economía a través de introducir leyes sociales en el entramado capitalista.

El revisionismo patrio actual, el del PCPE y compañía, tiene mucho de pose y poco de política, pues a lo que se dedican fundamentalmente es a cubrir el trámite de sus campañas electorales como mejor pueden porque sus resultados son desalentadores a tenor de los hechos, aunque tratando de ocultar su política conciliadora con la burguesía a través de grandes proclamas en defensa del “marxismo” que, en realidad, no es otra cosa que literatura embrollona para ocultar el carácter contrarrevolucionario del “socialismo” que proclaman: el socialismo burgués del siglo XXI que todo lo centra en la propiedad social de los medios de producción sin hacer mención al carácter colectivo del poder político del proletariado que tiene que tomar el poder necesariamente a través de la guerra popular y no en la profundización de la democracia en general. Ello es una ley del socialismo científico, que se deriva de la resolución de las contradicciones antagónicas (materialismo dialéctico).

Para el revisionismo es relativamente fácil conectar con las masas obreras, lo hace de manera casi espontánea con los más combativos por reivindicaciones económicas inmediatas porque les ofrece aparentemente una alternativa que con poco esfuerzo mejorará sus condiciones de vida centrada en la conciliación de clase. Va adquiriendo mayor influencia en el seno de la clase obrera por dos circunstancias interrelacionadas: cuando el movimiento obrero está en una posición de lucha reivindicativa y cuando la vanguardia comunista es inexistente o muy débil políticamente (cuando hablamos de debilidad nos estamos refiriendo a su aspecto cualitativo, es decir, a existir con posiciones fuertemente arraiga a la teoría marxista-leninista). Durante la época que duró el periodo de la transición democrática quedó demostrado lo acertado de esta opinión, pues se dieron las circunstancias que apuntamos aunque esa realidad quedaba oculta en cuanto a la existencia de la vanguardia comunista pues aunque se creía que existía como tal, las organizaciones que constituían esa vanguardia eran en su mayor parte oportunistas o bisoñas en el conocimiento de la teoría marxista-leninista, lo que no propiciaba una lucha efectiva contra el revisionismo de aquella época.

Otra cosa le ocurre a la vanguardia m-l, pues la relación que tiene que establecer con las masas no va a depender de ellas, sino de la previa constitución de la vanguardia como tal, es decir, de la elaboración y consolidación de la teoría m-l en línea política que se va abriendo camino como línea de masas en el seno de la clase obrera. Por esta sencilla pero difícil circunstancia, la línea proletaria, en oposición a la línea revisionista, se va implantando en el seno de la clase obrera al margen de que la lucha de los obreros organizados sea mayor o menor cuantitativamente, esté desarrollado la influencia del revisionismo o no, pues va a depender únicamente de la fortaleza ideológica de la propia vanguardia en los principios del m-l, que irá escalando posiciones en lucha con la línea revisionista. Claro está, cumplimentado esta etapa, su influencia se desarrollará más rápidamente en la medida en que el revisionismo sea más débil políticamente como ocurre en la actual coyuntura política, siempre y cuando cumpla sus expectativas de constitución como vanguardia comunista.

El actual proceso de constitución de la vanguardia comunista en el Estado español iniciado por el MAI sigue un camino acertado en cuanto a su contenido, pues es preceptivo que antes de constituirse como núcleo organizado tiene que reconstituirse ideológica y políticamente, es decir, tiene que labrar las condiciones actuales de su constitución a partir de criticar y superar los errores cometidos en el pasado, en donde se suponía que el tipo de vanguardia a constituir y el tipo de partido a construir deben seguir a pies juntillas los esquemas ideológicos y políticos de la revolución de Octubre, como si ellos fueran exactamente iguales para cualquier época histórica en que el proletariado tenga que abordar su revolución pendiente. Esto es un avance muy importante, diríamos el más importante, para iniciar el proceso, sin lo cual se volvería a repetir los mismos o parecidos errores del pasado.

Se quería partir de una experiencia de construcción del partido, haciendo general el proceso, sin entender que esa experiencia era sencillamente el principio de una concepción de construir el partido de nuevo tipo que se tiene que desarrollar con las nuevas aportaciones que se van introduciendo a raíz de las experiencias posteriores, que corrige lo viejo del concepto anterior e introduce lo nuevo de la nueva experiencia, depurando lo viejo a la vez que aporta lo nuevo en el concepto general desarrollándolo. En este sentido debemos perseverar en el actual proceso reflexionando cómo proseguir, cuáles deben ser las condiciones de la nueva etapa una vez se consolide la comprensión general de la reconstitución de la vanguardia como paso previo de la construcción del partido de nuevo tipo.

La burguesía cuando va a depositar su voto actúa con conciencia a sus intereses de clase: vota a los partidos que defienden un programa que contemple como única alternativa el sistema capitalista. Su voto tiene un significado político claro pues va a servir para que la marcha del sistema siga su curso produciendo plusvalía del trabajo asalariado que realiza su labor en sus empresas y a sus órdenes.

El voto de la burguesía puede dividirse entre los distintos partidos que se presentan con un programa netamente burgués, aunque tiende a concentrarse en uno solo dependiendo de la situación política y económica en donde se celebren las elecciones. La burguesía tiene sus propios partidos anclados en la ideología más reaccionaria (liberal, democristiano, monárquico, etc.), aunque también tiende sus tentáculos hacia otros partidos de corte “progresista” (demócratas radicales, republicanos, socialistas, revisionistas, etc.) para captar el voto asalariado que nada tiene que ver a sus intereses de clase pero que tiene que atraer para gestionar al conjunto de la sociedad como clase dirigente: ello es lo que legitima socialmente su dirección política, lo que no podría ser desde el punto de vista democrático con sus propios votos por ser una clase cuantitativamente pequeña aunque con un gran poder que se lo otorga su posición económica. Es característica de esta clase la casi nula abstención, demostrando con ello lo importante que es votar para sus intereses de clase.

La pequeña burguesía es tradicionalmente la clase compuesta por pequeños propietarios, del campo y la ciudad, que explotan su propio trabajo y, en muchos casos, el de su familia a cambio de vivir de ese trabajo y poder acumular capital para agrandar sus propiedades de cara a un futuro próximo. Su aspiración es convertirse en burgués, explotador de grandes cantidades de fuerzas de trabajo asalariada. A esta clase también pertenecen, tanto los profesionales que ejercen su trabajo por cuenta propia y personal intermedio de las empresas y del Estado, como los propietarios que explotan circunstancialmente fuerza de trabajo ajena en pequeña proporción debido a lo reducido de su negocio.

La burguesía española para atraerse políticamente a la pequeña burguesía articuló sus intereses económicos a través del Estado de las Autonomías, lo que permitió en su momento un desarrollo articulado de las distintas zonas geográficas del Estado y, por tanto, a la vez que se desarrollaba el gran capital por las inversiones que se transferían a las distintas Autonomías, de las cuales eran favorecedoras por sus capacidades técnicas y económicas y las redes con que contaban en los aparatos del Estado, favorecían a la pequeña burguesía que crecía al calor de los negocios de las grandes empresas.

Esta clase social tiene un comportamiento electoral distinto pues su voto es más variable: votan a los partidos que defienden un programa netamente burgués en cuanto a su contenido pero seleccionando su voto en cuanto a la forma en que se presentan los programas, dispersándose el voto entre reaccionarios, progresistas, radicales, etc. dependiendo de la labor económica que realizan, su procedencia social y educación intelectual que tengan. Lo que busca la pequeña burguesía es reafirmar su ideal como clase: sacar algún provecho de todas las situaciones que se presentan con el menor esfuerzo posible al rebujo de las demás clases.

La clase obrera es el sector de la población más numeroso, que según estimaciones representa entre un 70 y un 80% del censo electoral. Cualquier resultado tiene que partir de este dato si es que se quiere comprender qué papel juega dicha clase en la elección de las Cortes Generales. El grueso mayoritario de participación pertenece a la clase obrera, al igual que el grueso mayoritario de abstención: participa porque está imbuido de la ideología burguesa dominante que le reserva el papel de elector pasivo como modo de combatir que se pueda convertir en actor activo de su propio porvenir; se abstiene porque los mecanismo de participación ciudadana burguesa no le seduce ni le ofrece garantías de que pueda ser eficaz para la defensa de sus intereses. En esta contradicción se debate cuando tiene que responder ante los mecanismos democráticos burgueses de elección de los representantes de la “voluntad popular”, dominando el polo participativo debido a que está falto de una dirección política revolucionaria que derive su lucha contra el poder de clase burgués a través de la toma del poder político, la alternativa revolucionaria a la participación democrática burguesa.

Para tratar de comprender su actual nivel de conciencia es necesario retrotraerse a su historia más reciente, al periodo comprendido por la transición democrática, que fue el periodo en donde se fraguó las rupturas de los diferentes partidos y sindicatos de la izquierda democrática a la oposición al franquismo y se diseño cuales iban a ser sus papeles en la democracia burguesa. El PSOE rompió con su referencia ideológica con el marxismo democrático de la mano de Felipe González con el objeto de posicionarse políticamente ante los nuevos tiempos que se avecinaban para poder obtar a formar gobierno para gestionar los intereses de la burguesía y la perpetuación del sistema capitalista. El PCE escenificó el abandono al leninismo de la mano de Santiago Carrillo con el objeto de posicionarse políticamente ante la burguesía como partido responsable que respeta el orden constitucional burgués y presentándose ante los trabajadores abrazando el socialismo democrático en oposición al socialismo científico, que pertenecía al pasado, a una situación pretérita correspondiente al capitalismo de libre competencia. Los sindicatos adheridos a dichos partidos, UGT y CCOO, cumplimentarían sus virajes de sindicatos reivindicativos con vitola de defensores de las condiciones económicas de los trabajadores a meros sindicatos gestores de la sociedad democrática que defendían la economía nacional, proponiendo el pacto social como herramienta para armonizar los intereses de los agentes sociales. Todo ello se ha visto agravado por la inexistencia de una vanguardia m-l que se encargara de ir recogiendo el malestar de sectores de la clase obrera que no se identificaban con estas organizaciones y que ponían en cuestión si esa debería ser la política que defiende sus intereses de clase.

Con ello se daba el paso a la ansiada desmovilización de la clase obrera como instrumento necesario, en beneficio del control salarial, para el desarrollo planificado de la economía capitalista con vista a la futura integración en el Mercado Común Europeo. Esta operación política de la burguesía en complot con las organizaciones citadas ha dado como resultado una progresiva despolitización de la clase obrera, en donde empieza a perder la identificación de su enemigo de clase en sus aspectos más elementales (la patronal ya no es responsable de su situación económica, sino que es la que permite que los trabajadores tengan un puesto de trabajo y puedan comer). El voto que en un principio de la transición distinguía difusamente a las distintas clases entre izquierda y derecha, se ha ido desdibujando progresivamente pasando a ser interclasista, esto es, trasvasándose de un partido a otro del bipartidismo dependiendo de la situación política concreta, como se puede comprobar en el análisis de los resultados electorales de las distintas elecciones generales.

Tabla1

La parte más consciente de la clase obrera, los comunistas, deben de tomar posición política clara ante los planes de la burguesía. No deben, en ninguna situación, esconderse de su responsabilidad de decirle claramente a la clase obrera cuál debe ser su actuación ante las distintas situaciones de la política general de la burguesía. Su participación, en la actual situación de dominio político, en las distintas llamadas electorales que le propone la burguesía es un paso más en asegurar su esclavitud asalariada, puesto que supone darle su apoyo incondicional a la política de la burguesía a través de la colaboración de clases y la legitimación de que la burguesía debe seguir siendo la clase dirigente de la sociedad, la misma que explota y oprime al proletariado.

La abstención es la posición política más acertada de la clase obrera ante las consultas electorales de la burguesía, siendo más dolorosa para la burguesía cuanto mayor sea. La llamada al boicot por parte del sector más consecuente de su clase es una bocanada de aire fresco para el proletariado, puesto que no contribuye a debilitar ideológicamente su conciencia de clase, aportando argumentos contra la conciliación de sus intereses con los de la burguesía, sino ofrecer resistencia en la medida de su capacidad a los dictados del capital. La llamada al boicot es una lucha directa y abierta contra la política revisionista que considera parte de su táctica participar en los mecanismos de la democracia burguesa, puesto que ello le reportará influencia política de las masas obreras al permitirle hacer propaganda de sus propuestas y alternativa política.

La consigna de boicot a la participación a las elecciones burguesas no es una consigna aislada del marco general de la política revolucionaria del proletariado, pues ello sería más propio de una política más próxima al anarquismo que al comunismo, que trata de hilvanar todas las propuestas en una única política general: elevar el nivel de conciencia de la clase obrera para construir sus condiciones ideológicas y políticas para emanciparse como clase explotada por el capital. Somos conscientes que la llamada al boicot no va a tener un eco importante entre los distintos sectores de la clase, sino más bien es una posición política del sector más avanzado que la liga a la tarea de la construcción de la vanguardia proletaria como paso previo para la construcción del partido comunista. El boicot para los sectores más avanzados de la clase obrera y la abstención para el conjunto de la clase es la posición más consecuente actualmente contra la política capitalista en el terreno electoral.

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