Los Pasos Perdidos

Durante el llamado procés de Cataluña han confluido dos tendencias que son necesarias analizarlas con detenimiento, pues nos dará la ocasión para deslindar en lo concreto la política oportunista de la pequeña burguesía con la que debe ser una política revolucionaria en cuanto al derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas en la actual fase imperialista del capital. Debemos analizar ambas tendencias para poner de manifiesto lo que les debe separar, a la vez de criticar lo que les une.

Por no compartir las tesis de Línea de Reconstitución sobre la autodeterminación de Cataluña hemos sido estigmatizados por dicha organización al recibir una serie de epítetos que nos califican, en el mejor de los casos, de liquidadores y revisionistas, los cuales vamos a obviar para no contaminar el debate político que tenemos sobre la mesa, centrándonos en la argumentación de por qué el proletariado revolucionario no debe apoyar la independencia de Cataluña en las actuales circunstancias históricas, lo que no quiere decir que no debe intervenir en el proceso abierto por la pequeña y mediana burguesía catalana con una política independiente y de clase.

Antes de abordar dichos argumentos, consideramos necesario aclarar una serie de aspectos relacionados con la temática que nos ocupa, aunque constituya el grueso del escrito. Puede que estemos equivocados, puesto que no nos encontramos libres de cometer errores de bulto, e incluso de recorrer caminos que nos conduzcan a metas equivocadas (posiciones  desviacionistas) pero también contemplamos la posibilidad de estar en lo cierto, máxime cuando no nos convencen los argumentos que ha desgranado LR para justificar políticamente el apoyo a la autodeterminación de una manera general, ni las posteriores críticas a nuestros argumentos en contra del apoyo de la clase obrera a la independencia de Cataluña de una manera concreta, lo que nos obliga a seguir defendiendo con argumentos nuestros puntos de vista aunque no sean del agrado de los camaradas. No hacemos sino aplicar el principio de la lucha de dos líneas que guía el desarrollo del marxismo leninismo.

Análisis exprés del procés

El procés ha tenido un largo recorrido, aproximadamente 11 años desde que empezó en el 2006, dividido en 4 etapas bien diferenciadas: la primera es la comprendida entre los años 2006 y 2012, en donde el aspecto principal a destacar es la celebración de la Diada, punto de encuentro de más de un millón de personas que se manifestaron al grito del derecho a decidir sobre la soberanía de Cataluña, en donde se da el pistoletazo de salida al movimiento popular superándose el marco parlamentario de los políticos profesionales; la segunda etapa es la comprendida entre el 2012 y el 2014, que termina con la celebración del Referéndum del 9-N, en donde se pone de manifiesto que aproximadamente la mitad de los votantes, que no del censo, defendían el derecho de autodeterminación; la tercera etapa es la comprendida entre el 9-N y el 1-O, celebración del segundo Referéndum y enfrentamiento del movimiento popular por la independencia de Cataluña con el aparato del Estado español, que con su pujanza y determinación lo pone en fuera de juego; y la cuarta etapa es la posterior al 1-O, que tuvo su cénit en la agudización de enfrentamiento del movimiento popular con el Estado y su posterior encajonamiento a los intereses electorales, que marca la iniciativa del Estado para recuperar de nuevo el control social (aplicación del artículo 155 de la Constitución).

Estos once años han puestos en evidencia dos escenarios diferenciados: el primero hasta el 1-O, en donde la claridad ante la situación guiaba el camino de las organizaciones que defienden la independencia de Cataluña, marcando el paso del enfrentamiento con el Estado español que se situaba a la defensiva con el recurso de la aplicación de la legalidad constitucional; el segundo desde el 1-O en donde la oscuridad se hizo presente en las filas independentistas, dando paso al desconcierto y la falta de determinación ante la situación que empezaba a desbordarlos, favoreciendo que el Estado tomara la iniciativa política al conseguir que la movilización popular se disolviera en el proceso electoral abierto a iniciativa del triunvirato PP-PSOE-C´s. El paso de la claridad a la oscuridad vino marcado por la bofetada que reciben las organizaciones defensoras de la independencia de las distintas instituciones burguesas que le dan la espalda de manera tajante a la independencia de Cataluña, considerada ésta parte del Estado español. La creencia de estas organizaciones de que iban a abrir una brecha y provocar una crisis en el seno de la Unión Europea porque le iban a poyar algunos Estados se esfumó en el mismo momento que pasó la marea del 1-O con la actuación torpe del aparato represivo del Estado. Lo verdaderamente incomprensible es que estuvieran esperando hasta el último momento el apoyo político sin tener en cuenta que las instituciones burguesas están para hacer realidad la tendencia general del capital en la actual fase capitalista, dominada por la concentración y centralización de los medios de producción y fuerza de trabajo, tendencia que favorece los intereses económicos y políticos del capital financiero, tanto a nivel internacional como nacional. No tener en cuenta esta tendencia y la política que se deriva de ella es la que ha golpeado con fuerza las aspiraciones democráticas de estas organizaciones y las han desarmado políticamente, pues no hay que olvidar que son ramas del árbol capitalista.

Para darle la puntilla a estas organizaciones nada peor que los resultados electorales, a los que se agarran como un clavo ardiendo para esgrimir su fuerza social, confundiendo apoyo electoral con poder político. Es notoria la intransigencia del movimiento parlamentario independentista cuando se trata de rechazar cualquier intento político que se salga de los estrechos márgenes de representación social, considerando al Parlamento como la sede del poder político. Desde el punto de vista burgués es lógico que así se represente el poder político pues detrás de la fachada del Parlamento no solo se encuentra el poder legislativo y ejecutivo sino que lo acompaña el poder jurídico y militar en que se apoya el dominio de la burguesía. Pero lo que no tiene sentido es que la dirección del movimiento que lo ha acompañado asuma esa concepción política, sabiendo muy bien sus distintos componentes que, desde la perspectiva de las masas populares en general y del proletariado en particular, no se puede considerar al sistema político burgués como legítimo, pues, si se persigue eliminar las condiciones sociales de donde emana la explotación y opresión de una clase sobre otra, lo apropiado es derribar el poder burgués, que nada tiene que ver con esa falsa medición de la correlación de fuerzas a través de los parámetros electorales y representación parlamentaria, sino con la construcción, organización y praxis de un nuevo poder que se enfrenta al viejo con  la intención de destruirlo para sustituirlo.

En la fase imperialista del capital es altamente improbable por no decir imposible (aunque hay opiniones que intentan demostrar lo contrario) que la autodeterminación de las naciones oprimidas por métodos exclusivamente democráticos no se puede dar del mismo modo que en la época concurrencial del capital, pues una fase se distingue de la otra fundamentalmente por el papel político que juega el proletariado durante el  proceso, que en la fase imperialista, la defensa y el apoyo a la autodeterminación desde los intereses del proletariado han de ir unidos ineludiblemente a la lucha contra el sistema capitalista en su conjunto. Todos sabemos que dependiendo de la época histórica el proletariado asume un papel político determinado por el desarrollo de su conciencia política alcanzada como clase social: es en el imperialismo cuando el proletariado despliega en toda su amplitud su tarea histórica de acuerdo al nivel alcanzado por el desarrollo de la capacidad productiva del trabajo y a la constitución de su organización política a nivel internacional. Es entonces cuando el proceso por la autodeterminación de un país se trueca, transforma, en proceso por la toma del poder político dirigido por el proletariado como etapa específica de la revolución antiimperialista mundial en alianza con la fracción burguesa interesado en ello pero bajo su dirección: a partir del proceso de descolonización todos los intentos que se han llevado a cabo en este terreno han sido alimentados por intereses imperialistas en el contexto de una estrategia de enfrentamiento entre bloques. Pensar que la pequeña burguesía por sí sola, o en alianza con otros sectores de la burguesía nacional, pueden conseguir dicho objetivo dentro del contexto del sistema capitalista es darle pábulo a una quimera, pues la pequeña y mediana burguesía son parte integrante de la BURGUESÍA, a la que no quiere eliminar sino fortalecer en su enfrentamiento con el proletariado revolucionario. Hay que comprender que la democracia burguesa es solo una forma característica del régimen capitalista de producción teniendo de particular que proyecta ante las clases sociales, sobre todo en el proletariado, una concepción irreal de democracia participativa, neutra, en donde se dirime el enfrentamiento social por medios pacíficos en beneficio de la mayoría parlamentaria, cuando en realidad no es más que una forma específica de la dictadura de la burguesía por medio del juego de la mayoría y la minoría, sometiéndose ésta, tenga o no razones históricas para independizarse, a la estrategia política del pacto social, verdadero instrumento burgués para dirimir pacíficamente el antagonismo entre las clases.

Parlamentarismo burgués: Ley y opinión popular

La burguesía en su conjunto, en la “sociedad democrática”, somete el enfrentamiento entre las clases antagónicas a las leyes jurídicas que emana del parlamentarismo burgués, en donde lo sustancial es el juego de las mayorías y las minorías que se constituyen en el Parlamento, y su interdependencia, es decir, el mercantilismo de las decisiones políticas de los representantes de la ¨soberanía popular¨: es la forma política que tiene de legitimar la explotación asalariada. En particular, la pequeña y mediana burguesía confía en los mecanismos democráticos para conseguir sus aspiraciones en el reparto de la plusvalía creada, sin pensar que en dicha disputa choca frontalmente con la burguesía financiera que no está dispuesta a ceder lo que considera sus ¨legítimos derechos¨: apropiarse de la mayor parte de la plusvalía pues así se lo permiten sus ventajosas condiciones de producción: es efecto de una de las leyes del sistema capitalista, la productividad del trabajo, a mayor productividad del trabajo menor precio por unidad de producción y mayor masa de plusvalía creada dispuesta a ser apropiada, lo que tiende a reducir la influencia y el radio de acción de los capitales con menos capacidad productiva.

En esta eterna disputa se desenvuelve la pequeña y mediana burguesía en el imperialismo, por lo que el sistema en su conjunto le empuja, por un lado, a aferrarse al régimen de producción, como su medio de sobrevivir formando parte de la clase explotadora, pero por otro lado, tiene también que  luchar contra la parte de la clase a la que pertenece que le impide desarrollarse de forma natural dentro del férreo engranaje capitalista. Su lucha no está encaminada a torpedear el sistema de producción, pues es su sistema, el que le asegura su existencia como fracción de clase explotadora y su forma de vida diferenciada a las condiciones de vida del proletariado, sino en conseguir mejores condiciones jurídico-políticas para poder competir por un mejor reparto la plusvalía creada. Es la fracción de la clase explotadora que con el desarrollo de sus condiciones de producción su comportamiento llega al absurdo y a la esquizofrenia: no puede tirar ni hacia adelante ni hacia atrás pues hacia donde se dirija va en contra de su lógica como parte de clase explotadora que tiende a perpetuarse. Una de las tretas políticas que utiliza esta fracción de clase en el imperialismo es airear los sentimientos nacionalistas, como lo está haciendo en Cataluña, pensando en su exclusivo interés de clase. Es la manera que tiene de luchar contra la burguesía financiera sin tocar el suelo putrefacto de las relaciones capitalistas de producción, a las que condena al proletariado pues torpedea y tapona la verdadera conciencia revolucionaria: la ligada a la revolución proletaria mundial como alternativa social al sistema capitalista mundial. La pequeña burguesía todo lo quiere poner bajo el mando del sistema jurídico, todo lo quiere someter al imperio de la ley, que choca frontalmente en más de una ocasión con los intereses del capital financiero, su oponente en el reparto de la plusvalía creada. Esta es la razón última de la defensa de la autodeterminación de Cataluña. La pequeña burguesía, debido a su papel en la producción capitalista, es siempre radical en su acción, balanceándose en el columpio de las opciones de la burguesía, tiende a radicalizar la democracia o elige el camino de la reacción, apoyando las teorías fascistas de la lucha de clases, dependiendo la correlación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado.

En el capitalismo la elaboración de la ley y la opinión popular son dos conceptos opuestos que no guardan relación entre sí, si no es para que la opinión popular de lustre y brillo a la ley, teniendo  su reflejo en el Parlamento. La opinión popular no cuenta para nada en el sistema político del capitalismo, como no sea para legitimar a la ley, elaborada a espalda y en contra de los intereses generales de la clase obrera, que es la clase que nos interesa a los comunistas. Como todos sabemos, el sistema político burgués asigna a la soberanía popular la función de elegir a los representantes parlamentarios, que son a posteriori quienes elaboran las normas por las que transita la opinión pública, que se manifiesta en los órganos de propaganda del Estado, conformando la opinión popular, es decir, el soporte ideológico para elegir a tal o cual opción política que los represente. Dicha elaboración ni siquiera sigue el curso de la opinión popular sino el de las condiciones establecidas (Rajoy lo llama el sentido común) y la tradición, que son los dos aspectos que conforman las leyes al funcionamiento de la sociedad, adecuando la opinión popular a su cumplimiento. Pero, entonces, ¿quién conforma la opinión popular? A simple vista parece un concepto neutro, pues en él caben todos los miembros de la sociedad que expresan su parecer votando, eligiendo tal o cual opción política de acuerdo a sus preferencias ideológicas. El resultado es la elección de unos representantes que se adecuan a un programa político por medio del cual se han presentado a su elección: la opinión popular es, en la práctica, la aplicación del programa político que han elegido la mayoría del censo electoral, que se concreta en un gobierno sea monocolor o multicolor. A esto se reduce la democracia parlamentaria burguesa: todos tienen el derecho a votar y solo unos cuantos tienen el deber de decidir y dirigir la sociedad de acuerdo a los normas que requiere el régimen capitalista de producción y los intereses generales de la clase dominante, la clase que detenta el poder desde las instituciones económicas y políticas de la sociedad, reforzada por el aparato judicial, militar e ideológico que le acompaña.

El revisionismo se afana en hacer creer que si las organizaciones obreras y las de la pequeña y media burguesía fueran mayoría en el Parlamento otra política sería posible, dando a entender que el Parlamento es el árbitro que pacifica las disputas de las clases sociales. Dicen, sin convicción, que una mayoría parlamentaria de izquierda pondría freno a las ambiciones y desmanes de las grandes corporaciones mediante el control social del mercado, legislando a favor del pueblo. Pero ¿qué significa para el revisionismo otra política posible? Legislar para ¨humanizar¨ la sociedad capitalista, eso sí, dejando intacto los cimientos de este régimen de producción basado en la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. Ponen como medidas ejemplarizantes de esa política el reparto del excedente empresarial entre empresarios y trabajadores mediante subidas del salario y asistencia social que pondría en marcha el Estado con los recursos que recaudarían por un aumento de los impuestos a las grandes fortunas y el reparto de otra manera del excedente empresarial, gravando los grandes beneficios empresariales para emplearlo en ayudar a las pequeñas y medianas empresas. Hay que reconocer que imaginación no les falta si es para proteger el sistema de explotación y opresión del capital.

Ninguna ley electoral puede cambiar la naturaleza del Parlamento burgués, aparato al servicio político de la burguesía aunque elegida por la mayoría de la sociedad. Su naturaleza, como aparato legislador y ejecutor de los planes de la burguesía, no puede ser modificada por medidas que tiendan a equiparar la distribución de los representantes parlamentarios, ya que estos son meros funcionarios del sistema político burgués, en donde el Parlamento es solo una parte de todo el sistema. Defender lo contrario es crear falsas expectativas entre la clase obrera en que el sistema se puede cambiar desde dentro, pues va en detrimento de la creación de la conciencia de clase proletaria que debe guiar la praxis revolucionaria en la construcción de la nueva sociedad comunista. Los partidos democrático-burgueses -tanto de derecha como de izquierda- no ponen en cuestión el valor de la representación parlamentaria, sino las formas aritméticas de conseguir dicha representación, puesto que algunos de ellos consideran que es más costoso  la elección de los representantes populares  debido a que la ley electoral favorece a los grandes partidos en “beneficio de la estabilidad parlamentaria”: son los partidos más perjudicados por la ley electoral los que claman por una reforma que equipare la representación electoral con los votos conseguidos sin ninguna interferencia obstructiva, sino como consecuencia de la “capacidad de convencimiento” del electorado sin tener en cuenta el lugar geográfico en que se vote. Esta reivindicación se presenta como el medio para paliar el déficit democrático que desde el punto de vista burgués es originado por una ley electoral cerrada, aunque en realidad es más un señuelo que se airea a la masa electoral para crear falsas expectativas sobre la democracia en general, intentando aumentar la participación popular que cree que con ello se hace más eficiente la participación al eliminar el dumping electoral: un engaño más de la democracia burguesa.

¿Es esta medida significativa para valorar si la mayor o menor participación va a suponer un cambio en la correlación de fuerzas de las clases que participan en las consultas electorales? A simple vista parece que sí, si es que se analiza la participación como un valor en sí mismo, pues las oportunidades de representación se equiparan, lo que puede posibilitar un aumento en la representación de los partidos pequeños, convirtiéndolos en árbitro del sistema parlamentario, un contrapeso a la oligarquía de los grandes partidos que dominan el sistema parlamentario, pero sustancialmente nada más lejos de la realidad pues lo que logra conseguir dicha reforma es distribuir de otra manera la representación parlamentaria, sin afectar un ápice al poder de las clases representadas en el Parlamento, ya que dicha institución no puede considerarse el reflejo de los intereses de la sociedad sino lugar donde se configura política y jurídicamente la sociedad: Parlamento y Sociedad son dos realidades distintas y contrapuestas, dependiendo de la clase a la que se pertenece. 

Esto viene a cuento pues es a lo que ha quedado reducido el procés, consiguiendo la burguesía financiera situar la lucha de la pequeña y media burguesía en el mercadeo parlamentarista burgués: convocatoria de elecciones autonómicas, en donde prevalece la ley por encima de la opinión electoral al someter el movimiento independentista a la opinión electoral. Lo demás son ensoñaciones, más o menos democráticas, que no se sitúan en el terreno de la realidad social, dentro de los cauces parlamentarios. El movimiento independentista ha sido presa de esta contradicción (querer conseguir la independencia en la actual etapa imperialista del capital a través de un proceso democrático al uso) desde el mismo inicio del procés. Empezó y ha acabado del mismo modo: al  movimiento le acompaña una concepción pacífica de su actuación pues lo que se trata es de conseguir un derecho protegido por las leyes universales de las sociedades democráticas: el derecho a decidir su independencia, sin reparar en la época histórica del desarrollo capitalista dominada por, un lado, por la concentración y centralización de los medios de producción y fuerza de trabajo y, por otro lado, por la revolución proletaria mundial que se deriva de lo anterior.

Autodeterminación: ¿Sí o no, en qué condiciones?

Los camaradas de LR parten, desde nuestro punto de vista, de una premisa errónea para elaborar la posición política revolucionaria en cuanto a la independencia de Cataluña. Es evidente que se apoyan en los argumentos de Lenin en cuanto a la posición del partido socialdemócrata ruso sobre el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas para dar consistencia a su premisa, aunque sin tener en cuenta en la aplicación de esta posición al derecho de Cataluña para su independencia política un elemento de importancia capital: la posición y argumentación de Lenin no estaba elaborada para cualquier época histórica del desarrollo social como principio fundamental del m-l, sino que se encuentra circunscrita a la realidad histórica y política de principios del siglo XX, etapa en que todavía no había concluido las formaciones de los Estados nacionales como condición necesaria para el desarrollo de la producción capitalista. Hay que recordar que en dicho objetivo estaban interesados tanto la burguesía como el proletariado, en lucha común contra las fuerzas reaccionarias que sostenían políticamente la economía feudal basada en la pequeña producción individual, circunscrita a la vida local.

Es lógico que en este contexto histórico-económico se reflejaran en los programas de los partidos obreros de la época la reivindicación de la independencia nacional como forma de lucha contra las relaciones sociales feudales puesto que el proletariado no era desde el punto de vista político una clase independiente de la burguesía, esto es, no podía tener un interés que lo distinguiera políticamente en cuanto a la lucha contra las relaciones económicas feudales: tenía que seguir el curso del desarrollo histórico-natural hasta su proclamación como clase independiente políticamente, subordinado al desarrollo de las relaciones capitalistas de producción. La cuestión de la formación de los Estados burgueses,  su desarrollo y resolución de sus contradicciones internas y externas es obra de la sociedad capitalista, en donde el proletariado adopta una posición política general dependiendo del estado de desarrollo de dicha sociedad y de su propio desarrollo como clase independiente.

El proletariado apoyó el nacimiento del Estado-nación burgués, junto a la burguesía, como medio de lucha para derribar las relaciones económicas feudales, que sometían la vida social al inmovilismo y al atraso, apoyó el Estado democrático burgués en la medida que le otorgó el derecho a votar a sus representantes políticos que le negaban los estamentos políticos de la sociedad feudal, pero se distancia de la burguesía desde entonces, puesto que en la época imperialista ya no se dedica a reivindicar ninguna medida burguesa pues la burguesía ha perdido su función e influencia progresista, volviéndose reaccionaria tanto en lo económico como en lo político. Tuvo que pasar un tiempo, ligado al desarrollo de la producción capitalista, para que el proletariado elaborara una posición política propia en consonancia a sus intereses como clase explotada y oprimida por el capital. Esa posición política ya no reivindica sólo la independencia política de la nación oprimida, sino que introduce además un matiz de suma importancia: que el objetivo de la independencia nacional debe estar ligado y subordinado a la derrota de la burguesía, a la lucha por la eliminación de las relaciones capitalistas de producción. En una palabra, tiene que formar parte de la revolución proletaria mundial.

Entiéndase bien lo que decimos: para una parte de la burguesía la independencias nacional (derechos jurídicos iguales de las naciones) es una vía de lucha contra el imperialismo pero a expensa de volver atrás en el desarrollo histórico-económico, lo cual es irrealizable; pero no es tan válido para el proletariado, ya sea en su organización política nacional o internacional, pues en su distinta forma lo que aspira es a eliminar las condiciones de su explotación y la construcción de una sociedad libre de clases sociales. En esta época histórica, la época del imperialismo desarrollado, el proletariado no le da el derecho a la burguesía, a cualquier fracción burguesa, a llevar a cabo la autodeterminación, sino que reclama la revolución social, a la cual tiene que estar subordinada la independencia nacional.

Este es el meollo del debate entre comunistas sobre la autodeterminación de las naciones oprimidas, no hay que apoyar a secas la autodeterminación por ser una forma de lucha progresista en contra de la opresión en general, pues es lo que va a determinar la táctica a emplear en el transcurso de la lucha en el caso, como ocurre en Cataluña, dirigida por fracciones de la burguesía catalana frente a la fracción burguesa dominante, la financiera, fusión del capital internacional, español y catalán, que somete el devenir de la sociedad capitalista y, por ende, los intereses del conjunto de las clases,  a sus intereses como clase. Es lógico que dependiendo de la posición ideológica que se adopte sobre la autodeterminación, así se adoptará una posición política concreta en cuanto al desarrollo de la lucha con las argumentaciones correspondientes que le den consistencia y veracidad.

Quisiéramos abordar ahora el aspecto relacionado con la táctica. La LR plantea el objetivo del apoyo del SÍ-SÍ en el Referéndum motivado por la articulación de la vanguardia m-l en un premovimiento revolucionario, entendiéndolo como el desarrollo revolucionario del proletariado en la actual situación de defensiva del comunismo revolucionario. A ello debemos atenernos.

Tarea acertada que merece reconocimiento a la que los comunistas debemos dedicarle nuestros esfuerzos. Pero entendemos que debe ser con una posición correcta sobre la autodeterminación de Cataluña, lucha desplegada por la pequeña y mediana burguesía catalana para conquistar la independencia política nacional con respecto al Estado español. Para ello quiere contar con el apoyo incondicional del proletariado sin comprometerse a nada con los intereses generales de nuestra clase. Y aquí es en donde aparecen las diferencias con los camaradas de LR, pues no compartimos la posición política y los argumentos que esgrimen para apoyar la independencia de Cataluña desde el campo del comunismo revolucionario, puesto que deja a la burguesía el camino expedito para legitimar el resultado del proceso en su exclusivo beneficio, amparándose para ello en que se actúa con una posición acertada para la defensa del internacionalismo proletario de una manera concreta y no abstracta-formalista.

Entendemos que el derecho a la autodeterminación adquiere un carácter revolucionario (con el imperialismo ya pasó la época de la democracia progresista) cuando la lucha va ligada a la derrota del capital, es decir, a que la fuerza hegemónica del proceso sea el proletariado revolucionario, pues de otro modo se está haciendo un flaco favor a la revolución proletaria mundial. Con ello se está dando pábulo a parte del proletariado de que la realización de la independencia de su nación conquista su libertad (al ligar la libertad de clase a la libertad de la nación se oculta la independencias de la clase con respecto a la de la nación),  al menos para luchar contra el capital foráneo, sembrando desconfianza en el conjunto de la clase al no considerar que sus intereses son comunes al resto del proletariado sin atender a las fronteras que le impone el régimen capitalista de producción, dado que su clase es por la naturaleza del capital internacional e internacionalista la conciencia política que dirige su lucha de clase. En este sentido podríamos recurrir, como hace LR, a conclusiones definitivas con la intención de descalificar nuestra posición en el debate:

 “Desde entonces, el movimiento nacional catalán ha dado soberbios ejemplos de ese componente democrático, para sonrojo y vergüenza del revisionismo “izquierdista”, más o menos inconfesadamente luxemburguistas” pág. 3, Una mirada sobre el otoño catalán desde la crítica revolucionaria. Comité por la Reconstitución. Octubre 2017.

Pero no lo vamos a hacer ya que consideramos que este método no es propio entre comunistas, además de no llevarnos a ninguna parte; es más, creemos que enturbia sus relaciones. No lo vamos a hacer porque creemos que las cosas son más complejas de lo que a simple vista parecen. Debido a las condiciones de la producción burguesa, el sistema capitalista adquiere un carácter mundial que va anulando la pretendida libertad de las economías locales, sometiéndolas a un sistema mundial que se ha ido tejiendo conforme se va desarrollando el sistema capitalista, integrándose las economías nacionales al sistema en su conjunto, lo que hace ilusorio pensar siquiera la independencia nacional desde un punto de vista económico y político al margen del engranaje y tentáculos de dicho sistema de producción mundial. Ya ha concluido la época de pensar la independencia nacional como medio de desarrollo de un modelo propio de capitalismo nacional al margen del capitalismo mundial. El imperialismo es la época del máximo desarrollo capitalista; por lo tanto, la época de su decadencia en términos absolutos, lo que quiere decir que crea las bases de su contrario, crea las condiciones económicas para el proceso de transición a otro modo de producción antagónico; por eso las economías nacionales o forman parte de la producción mundial, como parte integrante del sistema, o empiezan a construir otro modo de producción a partir de la revolución social como parte integrante de la revolución proletaria mundial en contra del sistema capitalista en su conjunto. Las revoluciones nacionales ya no pueden tener un contenido nacional y nacionalista, aunque adopten dicha forma en un principio, sino internacional debido al carácter del desarrollo capitalista: la ley de la acumulación capitalista va unida a la concentración y centralización del capital.

Pero dejemos esto a un lado porque lo que se nos propone es otra tesis desde el punto de vista poli-tico: hay que apoyar a todo movimiento nacional por la independencia política porque es profunda-mente democrático. Observamos, a través de la lectura de los distintos documentos que se han ido elaborando, que se sobrevalora y sobreestima al movimiento popular independentista:

¨Por ello convocamos al proletariado y al pueblo de Cataluña a la participación, apoyamos el SI-SI y llamamos al proletariado y al pueblo del conjunto del Estado español a que respalden el resultado que salga de las urnas ese día, que previsiblemente se situará por la independencia nacional¨. Un posicionamiento por la unidad internacionalista del proletariado. pág. 1. MAI, Noviembre 2014.

¨Y decimos radical, pues entendemos, en tercer lugar, que ello abriría un posible escenario de socavamiento de la hegemonía de la reacción española, que es la que habría ¨perdido¨ Cataluña durante su gestión, y, en cuarto lugar, agudizaría probablemente las contradicciones en el seno del bloque imperialista europeo, entre, por un lado, la España irrendentista y, por otro, el resto de potencias imperialistas (Alemania, Francia, etc.) menos afectadas y más pragmáticas ante este escenario, en su afán de mantener la cuota de mercado y las posibilidades de exportación de capital y explotación de la fuerza de trabajo catalana, lo que contribuirá a una mayor paralización de la Unión Europea…” Catalunya y el internacionalismo proletario: El debate en el seno de la vanguardia marxista-leninista. pág. 21 Comité por la Reconstitución, Febrero 2016.

A este respecto, no hay que olvidar que la valoración política de cualquier movimiento popular tiene que estar sujeta al conocimiento y análisis político (estrategia y táctica) de quien o quienes lo dirige, pues de lo contrario estaríamos dando opciones a criterios espontaneístas para el análisis de la situación política que no deben primar para la vanguardia revolucionaria. Ésta se debe guiar por un análisis materialista que extraiga las enseñanzas pertinentes de la experiencia política en la que actúa directa o indirectamente. Pensar que el resultado podía haber sido otro cuando la dirección del movimiento recae y detenta la pequeña y mediana burguesía representada por PdCAT, ERC y CUP es no tener los pies en el suelo, pues se da a pensar  que la dinámica del propio movimiento puede cambiar los acontecimientos, máxime cuando el movimiento revolucionario no tenía acceso a intervenir políticamente ya que no existía como tal.

Esta sobrevaloración y sobreestimación es lo que ha actuado nublando parcialmente los ojos críticos de LR en la valoración de la lucha, pues otorga un plus de contenido al movimiento popular independentista catalán al no tener en cuenta que la movilización y el consiguiente enfrentamiento con el Estado español sólo tienen el objetivo de la independencia política de Cataluña. A nuestro entender la lucha ha estado exenta de otro contenido político que no fuera la independencia, aceptándose en todo momento la supremacía de los dictados que emanaban del Parlamento de Cataluña en lo político y la protección de la propiedad privada capitalista en el terreno de lo económico. Estamos de acuerdo en la valoración que se hace del movimiento nacional catalán en cuanto a la fortaleza política que ha ido demostrando y a su determinación democrática al enfrentarse a las fuerzas represivas del Estado, pero lo que no compartimos es la valoración de que el movimiento se inscribe en una ¨lógica objetivamente insurreccional´ en las coordenadas de una ´lucha armadas sin armas´, chafada únicamente por la concepción de la toma del poder burgués propio de la burguesía. La lógica insurreccional de la que habla  LR no creemos que esté inscrita en el campo de la dialéctica masas-Estado, sino en un nivel inferior, más bien en el campo de la dialéctica Dictadura-Democracia pues no se ha intentado llevar hasta sus últimas consecuencias las pretensiones de romper con el Estado, sino que el Estado español reconozca la independencia de Cataluña mediante los mecanismos democráticos burgueses, en donde las masas actúan de acuerdo y ciegamente a la pulsión de los intereses de quienes los dirigen erigiéndose de facto en representantes de toda la sociedad, sin distinguir clases sociales si exceptuamos a la burguesía financiera española, no la internacional que es aceptada. Se presupone que el enemigo es el poder central que impide que la Democracia, es decir, la opinión general de la nación, se realice desde el punto de vista político: la conquista de la independencia nacional de Cataluña. Esta concepción de la burguesía nacional catalana sobre el sujeto político de la independencia de Cataluña incluye al proletariado asignándole la función de actuar de ariete inconsecuente de la lucha que impulsa.

No se puede negar que la intervención en el procés le ha servido a Línea de Reconstitución para cohesionar la reconstitución de la vanguardia proletaria, que se centraba en los distintos colectivos que compartían la línea de reconstitución tal cual la definía el MAI en sus Tesis de Reconstitución del P.C. El dossier elaborado en Junio de 2016 es una prueba definitiva de esa cohesión que se hizo efectiva con una posición común, después del debate en el conjunto de los distintos colectivos con la adopción del SÍ-SÍ ante el Referéndum sobre la independencia de Cataluña que aprobó el Parlamento de Cataluña, entendida como la puesta en acción de la Línea de Reconstitución (los principios generales de la revolución proletaria a partir del Balance del Ciclo de Octubre) a la realidad concreta de Cataluña en el contexto de la lucha por la independencia nacional.

No vamos a discutir las tesis de Reconstitución ni la necesidad del Balance del Ciclo de Octubre pues las compartimos, pero sí hemos manifestado reiteradamente nuestra opinión y posición contrarias a los argumentos que defiende el Comité de Reconstitución para apoyar la independencia de Cataluña en la actual realidad histórica y situación política, lo que nos ha llevado a situarnos, según dicho Comité, en el campo del revisionismo y declararnos liquidacionistas, lo cual nos empuja a superarnos mediante la reflexión de nuestros posible errores en lugar de hundirnos en la depresión política. Lo que puede parecer un avance hoy en la reconstitución puede ser un retroceso mañana si no se corrigen los errores que se hayan podido cometer. Para nuestro entender, y a raíz de los documentos aportados para el debate que contiene el dossier, la cohesión de los distintos colectivos en una sola estructura ha estado dirigida por una serie de presupuestos que han resultado erróneos, producto de un análisis subjetivo y triunfalista que ha hecho gala el MAI en dicho debate. Ya hemos dicho que el punto de partida para apoyar la independencia de Cataluña es erróneo, pero también lo es el punto en que se apoya la línea de flotación de la defensa de la independencia de Cataluña:

1) La creencia de que en Cataluña era mayoritaria la opinión entre la población sobre la independencia, lo que hacía efectiva la proclamación y creación de la República de Cataluña mediante los mecanismos democráticos burgueses (Referéndum).

Por ello, convocamos al proletariado y al pueblo de Cataluña a la participación, apoyamos el SI-SI y llamamos al proletariado y al pueblo del conjunto del Estado español a que respalden el resultado que salga de las urnas ese día, que previsiblemente se situará por la independencia nacional”. Un posicionamiento por la unidad internacionalista del proletariado. pág.1. MAI, Noviembre 2014.

Un simple vistazo a los resultados de las distintas consultas electorales echa por tierra la apreciación con que se partía, que al día de hoy todavía no sabemos en qué elementos materiales se apoyaban para dar por cierto lo que se decía.

              2) La creencia de que la Unión Europea, al menos su parte más influyente, iba a tener una posición de apoyo a la independencia, abriendo con ello una crisis en el bloque imperialista europeo.

Y decimos radical, pues entendemos, en tercer lugar, que ello abrirá un posible escenario de socavamiento de la hegemonía de la reacción española, que es la que habría ´perdido´ Cataluña durante su  gestión, y, en cuarto lugar, agudizaría probablemente las contradicciones en el seno del bloque imperialista europeo, entre, por un lado, la España irredentista y, por otro, el resto de potencias imperialistas (Alemania, Francia, etc.) menos afectadas y más pragmáticas ante este escenario, en su afán de mantener la cuota de mercado y las posibilidades de exportación de capital y explotación de la fuerza de trabajo catalana, lo que contribuiría a una mayor paralización de la Unión Europea”. Sobre la participación de la vanguardia m-l ante el 9-N. pág.1 MAI, Octubre 2014. Dossier Catalunya y el internacionalismo proletario: El debate en el seno de la vanguardia m-l. Junio 2016.

Una simple hojeada a la hemeroteca, en donde quedan expuestas las declaraciones de las instituciones de la Unión Europea antes y después de la celebración del Referéndum del 1-O, nos podía dar una idea de la posición de conjunto de los distintos gobiernos de los países de la Unión Europea en contra de la independencia de Cataluña. Podemos comprobarlo con las reacciones de las distintos gobiernos e instituciones de la Unión Europea: de la Comisión Europea, y particularmente de su presidente Jean Claude Juncker, del presidente del presidente del Consejo de Europa, Donald Trusk, del presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, del secretario general del Consejo de Europa Tjorbjorn Jagland, del gobierno de Alemania, de la primera ministra británica, Theresa May, del ministro de Exteriores de Italia, del presidente de Francia, Macron, etc.

Epílogo

Estamos de acuerdo con la tesis de que sin Partido Comunista no hay ruptura real con el Estado, es decir, revolución posible. Pero para proclamar este principio m-l no hace falta recurrir a la crítica revolucionaria de la CUP a raíz de la lucha por la independencia de Cataluña, pues esta organización no se posiciona en el campo del m-l y, por tanto, en el de la revolución proletaria, sino en el anticapitalismo más o menos radical. Entendemos que para ese viaje no se necesita alforja. ¿Si la CUP no constituye el sujeto, ni el movimiento por la reconstitución tiene incidencia real en el movimiento para la independencia de Cataluña, para qué se apoya el SÍ-SÍ en el Referéndum? Según se dice, para que se desarrolle el Movimiento por la Reconstitución y la reconstrucción de la unidad y confianza internacionales entre los obreros españoles y catalanes. Maravilloso objetivo, pero no a cualquier precio por muy convencido que se crea estar en el camino correcto: no todo vale.

No viene de más recordar que cada fase histórica de desarrollo del capitalismo ha determinado su tendencia particular a luchar contra la opresión nacional. En la primera fase, la del desarrollo concurrencial del capital, se impone la tendencia a luchar por la independencia nacional, debido a la forma concreta de desarrollarse el capitalismo ( marcos geográficos que había creado la economía feudal) que pasa por la creación de nuevos Estados-naciones como forma de lucha de las burguesías nacionales contra la penetración del capital extranjero en su mercado interno, lo que condicionaba el desarrollo del capital nacional a los intereses del capital foráneo. En la segunda fase, la del imperialismo, se impone una tendencia distinta por la independencia nacional debido a la forma particular de desarrollarse las relaciones capitalistas de producción (economías nacionales que se integran a la cadena imperialista como un eslabón de la cadena) que pasa por la eliminación de la cadena imperialista en su conjunto, la forma capitalista mundial de producción que supedita las economías nacionales débiles a los intereses de los eslabones imperialistas dominantes. La diferencia estriba en que la primera fase del capitalismo, la tendencia a la independencia nacional, seguía el curso natural del desarrollo capitalista, mientras que en la segunda fase la tendencia a la independencia nacional tiene que estar integrada en el curso que sigue la Revolución Proletaria Mundial, es decir, transformar la lucha por la independencia nacional en lucha contra el capital,  contra el sistema mundial de explotación del capital. La lucha contra la opresión nacional en la fase imperialista del capital ha dejado de existir como lucha por la independencia nacional (derecho a existir como estado independiente), puesto que tiene que ir unida ineludiblemente a la lucha contra las condiciones capitalistas de producción, es decir, como lucha por la revolución proletaria mundial en cualquiera de sus dos formas generales: Revolución de Nueva Democracia o Revolución Socialista.

Y para terminar no queremos olvidar que la lucha de dos líneas es un camino tortuoso, el cual lo eligen los comunistas por estar convencidos que es el camino acertado, desde el punto de vista colectivo, para avanzar aprendiendo de los errores cometidos y de las aportaciones y experiencias de otros camaradas. Sería un grave error desprender la lucha de dos líneas de su carácter genuino y revolucionario y convertirla en un instrumento para cultivar el orgullo individualista y la superioridad teoricista de salón. Dejémonos de tantas descalificaciones inútiles y aprendamos a ser personas responsables con argumentos categóricos pero humildes. Otra cosa es lo que los demás hagan con ellos.

Mayo, 2018

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